El viaje de una joven inmigrante la lleva a alcanzar el permiso para quedarse
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El sonido enérgico del correo al golpear el buzón lanzó a Irma Márquez corriendo hacia la puerta de la casa de su mamá en esta ciudad del sur de Minnesota.
El escuchar ese sonido particular se ha hecho un hábito desde que Márquez solicitó la "acción diferida", un nuevo programa federal que permite a algunos inmigrantes que vinieron a los Estados Unidos de niños evitar la deportación por dos años y obtener un permiso de trabajo.
El correo llevó una larga lista de solicitudes y actualizaciones y confirmaciones, y a finales de noviembre, ella recibió una tarjeta de autorización de trabajo, la evidencia de que su solicitud había sido aprobada. Ella había imaginado desde hace tiempo qué pasaría cuando llegara ese momento, que estaría lleno de lágrimas y fuertes emociones. "Y fue más como, mirarlo y pensar, ¡wow! Todavía me pregunto si es real o no. Lo miraba por delante y por detrás." No completamente satisfecha, esperó a tener más noticias.
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Cuando Márquez presentó su solicitud para acción diferida el verano pasado, sólo dos días después de que el programa empezó a aceptar solicitudes, ella envió un paquete grueso con documentos. Presentó constancia de no tener antecedentes penales y que vivía en los Estados Unidos desde que llegó a los nueve años de edad en 1999. También incluyó recortes de periódicos que pensó podían ayudar, como la historia que contaba el día en que fue elegida reina de la reunión de exalumnos de St. James.
Declararse oficialmente estar de manera ilegal en el país fue un acto de fe de su parte, ya que, en efecto le estaba dando al gobierno la información necesaria para deportarla. Pero Márquez estaba ansiosa de tener estado legal siquiera por un corto plazo, ansiosa de finalmente tener licencia de conducir y de un empleo pagado en el que pudiera utilizar su título universitario de ciencias políticas que obtuvo la primavera pasada de Gustavus Adolphus College.
"Como indocumentada una tiene muchas barreras en términos de lo que se puede y no se puede hacer", dijo Márquez. Cuando apareció el programa de acción diferida, "Por primera vez en años tuve esperanza. Me sentía más incluida en el término "americana", porque era una manera legal para poder contribuir a la sociedad de la que siempre me sentí parte."
En el país, hay más de 300,000 personas que han presentando la solicitud de acción diferida al 15 de noviembre, según los Servicios de Inmigración y Ciudadanía de los EE.UU., y alrededor de 53,000 solicitudes han sido aprobadas. La mayoría son de California y Texas, muchas menos de Minnesota.
La oficina del demógrafo del estado calcula que el programa afectará como a 5,400 personas aquí. El total de la población latina indocumentada en Minnesota se calcula entre 60,000 y 100,000 personas, según el Pew Hispanic Center.
"Todos los días recibimos una inmensa cantidad de recibos y notificaciones de impresiones de huellas digitales de todos los casos que se están procesando en el sistema", comenta John Keller, director ejecutivo del Immigrant Law Center de Minnesota, el cual ha representado casi 600 casos. "Considerando que se trata de un nuevo programa... pienso que las cosas se están moviendo sumamente rápido". Dijo que ninguna de las solicitudes que ha presentado el centro ha sido rechazada hasta el momento.
"Esta es una oportunidad extremadamente importante e histórica para los jóvenes", dijo Keller, especialmente teniendo en cuenta lo que él describió como el tono negativo del debate nacional sobre inmigración. "Yo sí creo que estos jóvenes son unos de los mejores embajadores. Ellos no piden limosna, sino una mano que les dé la bienvenida para permitirles usar las carreras universitarias que milagrosamente han podido adquirir enfrentando obstáculos tremendos."
Keller dijo que el impacto del programa de acción diferida puede ser especialmente significativo en ciudades pequeñas como St. James, con una población de 4,600 personas, una tercera parte latinos. Muchas ciudades secundarias han tenido una población significativa de latinos por décadas, pero sólo ahora se enfrentan a la realidad de los cambios demográficos. La incertidumbre sobre la condición legal de los inmigrantes ha hecho más difícil que los residentes de diferentes grupos étnicos se relacionen entre sí.
"Siempre que hay un grupo minoritario en una ciudad pequeña, sobresalen más, para bien o para mal", dijo Keller. La manera en que la condición legal se percibe y discute, dijo, "aumenta el desafío de integrar a las personas". Contrariamente, dijo, en una comunidad pequeña, el impacto de un programa como el de acción diferida puede ser mayor. "La gente continuará con sus vidas retribuyendo a sus comunidades de maneras que antes no podían hacer."
A comienzos de diciembre, en la sala de la casa de su mamá en St. James, Márquez abrió otra carta referente a su solicitud. Esta vez era la carta oficial con la frase que había estado esperando leer: Usted ahora reside legalmente en los Estados Unidos hasta noviembre de 2014 y puede presentar la solicitud para obtener un número de seguro social.
"Siempre han sido esos nueve números que me han impedido hacer muchas cosas", dijo Márquez. "Eso es lo último que lo hará verdadero y más oficial que nada".
LA LLEGADA A ST. JAMES
Márquez llegó a St. James con sus padres desde Culiacán, una ciudad cerca a Mazatlán en Sinaloa, para quedarse con su tío y aprender inglés. Ellos tenían visas. "Vinimos a Estados Unidos por la vía legal", dijo Márquez. "Teníamos todos los documentos. No fue difícil venir. Fuimos afortunados por no tener que cruzar el río".
Ella recuerda cuando dejó México. "Les dije adiós a mis maestros y amigos y familiares como si fuera a volver a verlos en un año o dos", dijo. "Nunca pensé que me quedaría en los Estados Unidos por más tiempo". Pero la familia creció en St. James. "Creo que mi mamá vio este lugar como un sitio tranquilo y excelente para criar a los hijos. Estábamos desempeñándonos bien en la escuela. Ella no vio ninguna razón para regresar en ese momento. Los meses se convirtieron en años". Cuando las visas caducaron, lo mismo sucedió con su condición legal.
St. James tiene una de las comunidades latinas mejor establecidas en Minnesota. En 1990, cuando muchas ciudades tenían pocos o ningún latino, la población latina en St. James llegaba casi al 8 por ciento. Las personas eran atraídas principalmente por la industria procesadora de alimentos, empresas como Tony Downs Foods y Armour-Eckrich.
Según el alcalde Gary Sturm que ocupó ese cargo por largo tiempo, la ciudad tuvo serios problemas con los cambios al inicio, cuando venían más hombres solteros que familias. Dijo que las personas no confiaban entre sí y "teníamos algunas pandillas, con bates de béisbol y todo eso".
Sturm, que tomó clases de español y descubrió que fue una "lección de humildad", dijo que la ciudad enfrentó las tensiones directamente. A mediados de la década de los noventa, él y otras personas patrocinaron una serie de reuniones con el fin de mejorar las relaciones. En las reuniones participaron personas de las escuelas, negocios locales, la iglesia y oficinas de abogados. La idea, dijo Sturm, fue hacer que las personas "respeten las diferencias y entiendan que existen diferencias. En lugar de intentar cambiarse unos a otros, hay que cooperar y avanzar."
"La última vez que miré, todos hemos sido creados iguales", dijo Sturm, quien además vende inmuebles.
Según la mayoría, las reuniones tuvieron un efecto positivo. Y lo mismo sucedió con otras iniciativas de organización como el programa de liderazgo y reducción de la pobreza de Horizons, una entidad de University of Minnesota Extension, y las actividades de alfabetización familiar y capacitación en liderazgo de Blandin Foundation ubicada en Grand Rapids.
Actualmente, hay restaurantes y tiendas de latinos en el centro de la ciudad. En noviembre, St. James eligió a un latino para ocupar un cargo oficial, quien es uno de los pocos latinos que desempeña labores de este tipo en todas las ciudades secundarias de Minnesota. En lugar de llevar a cabo eventos culturales por separado, la ciudad organiza festivales en forma conjunta.
"La gente ha estado aquí suficiente tiempo", dijo la directora de Educación Comunitaria, Sue Harris. "Con la primera generación hay barreras con el idioma. Antes teníamos una elevada tasa de movilidad. Todavía hay movimiento, pero no al mismo nivel. La gente se está quedando. Y sus hijos, cuando uno nace y crece en St. James, es diferente de cuando uno nace en México y vive aquí."
"No creo que estemos donde debemos estar y que ya somos 'uno para todos' y totalmente integrados en comunidad, sin divisiones", dijo Harris, indicando la brecha de rendimiento escolar que todavía existe entre los anglos y los latinos. "Pero hemos avanzado bastante en este respecto."
FRICCIÓN EN LA ESCUELA
La trayectoria de la ciudad es el reflejo de las experiencias de Márquez en la escuela. Cuando ella llegó, los latinos se juntaban con latinos y los anglos con anglos. "Habían bastantes divisiones."
En la escuela intermedia, "No nos llevábamos bien... y el problema era fundamentalmente racial", dijo. "Pienso que era temor del otro y temor de lo nuevo. Yo no celebraba las festividades de la misma manera que mis compañeros y tampoco hablaba igual. Era muy diferente y pienso que existía un temor mutuo hacia el otro."
Márquez, desalentada de hablar español, aprendió inglés rápidamente. "Una pasa por esta fase de asimilación como inmigrante, cuando una siente que tiene que ser alguien diferente a lo que una realmente es", dijo. "Como primera generación, es difícil comprender lo que esto significa, lo que significa perder algo de tu cultura. Ahora me doy cuenta lo importante que es mantenerla lo más que uno pueda."
Ahora ella se refiere a sí misma como "Mexisotan" y acepta su herencia cultural. Pero anteriormente, "recuerdo estar en la escuela y pensar que sabía que era mexicana pero también sabía que eso significa algo un poco malo y que necesitaba intentar con mayor fuerza hacer ciertas cosas porque ya tenía ese mal sentimiento acerca de quién era yo", dijo. "Tú sabías que estabas orgullosa de quién eras. Pero no tuve muchas personas ejemplares en la educación mientras crecía. No veía a muchos latinos como líderes."
Ella se dedicó a la escuela, participando en teatro, danza en línea y un consejo juvenil que era parte del programa Horizons. Esto trajo un tipo diferente de problemas. "Mis amigos latinos me decían 'te dedicas a la escuela porque quieres sacar buenas calificaciones'. Me decían que quería ser anglo y yo pensaba, ¡qué cosa! ¿Tener éxito significa querer ser anglo? Tuve que separarme de las personas que querían impedir mi progreso y hacer lo que yo quería."
Años más tarde, cuando Márquez fue a la universidad, pudo regresar a St. James un verano para enseñar una clase sobre la historia de los latinos, diseñada para aumentar las expectativas de los niños de la localidad.
Al terminar la escuela secundaria, Márquez dijo que las líneas raciales habían empezado a borrarse. "No fue hasta que fuimos mayores y más maduros que empezamos a juntarnos", dijo. Ella considera su elección como reina de la reunión de exalumnos con votos de anglosajones y latinos como un signo positivo.
"Simbolizó un cambio importante en St. James y un buen cambio, también."
HISTORIAS ALTERNATIVAS
Ir por la vida sin documentos está lleno de peligros e incertidumbre. Márquez indicó que le preocupaba decirle a la gente sobre su situación legal. En un momento estuvo avergonzada y siempre existía el temor de si le decía a la persona equivocada podía ser deportada. "Cuando eres indocumentada, tienes que encontrar una historia alternativa sobre ti misma", dijo.
No pudo obtener su licencia de conducir como lo hicieron sus compañeros de clase. Su explicación fue que no llegó a tiempo a la clase de conducción. Más tarde, dijo que se metió en problemas y que no podía conducir hasta no tener 21 años de edad. "Recuerdo pensar, qué historia voy a contar, porque la gente va a preguntar. Siempre fabricaba historias explicando por qué no podía hacer algo. Está mal, pero es también mentalmente dañino. Una queda atrapada en mentiras."
Cuando llegó el momento de presentarse a la universidad, su condición legal fue un factor nuevamente. La aceptaron en Gustavus en St. Peter y pensó estudiar enfermería, pero no reunía los requisitos para la mayoría de oportunidades de ayuda financiera.
La gente de St. James, como Harris y muchos exalumnos de Gustavus, la patrocinaron. "Sentí que tenía bastante apoyo", dijo Márquez. "El apoyo de St. James siempre ha estado presente. No tengo nada malo que decir acerca de la comunidad en términos de ayudarme a enfrentar situaciones difíciles..
Sin embargo, hasta el último momento, el asunto financiero era incierto. "Recibía una llamada diciendo 'sí', luego volvían a llamar diciendo 'no puedes venir aquí'", dijo. Al final, juntó dinero de un subsidio financiero de la escuela, dinero que su mamá ahorró y, más tarde, una beca de Jay & Rose Phillips Family Foundation. "Yo no creo en algo hasta que lo veo, y no creí que iba a la universidad hasta el mismo día de la mudanza".
Márquez pasó un año y medio tomando todos los cursos requeridos para enfermería. Pero con la carta de aceptación de la escuela de enfermería vino otra decepción. La escuela requería un informe de antecedentes.
"Me desesperé", dijo. "Yo sabía que no podía solicitar un informe de antecedentes. También necesitaba un número de seguro social para el programa, para que me permitieran ir a los hospitales a realizar las prácticas clínicas. Supe que no podría continuar."
Tenía esperanzas de que la reforma de inmigración se diera antes de que la falta del número de seguro social retardara su educación. Pero se encontró en la situación de tener que abandonar la profesión de enfermería y fabricar otra historia.
"No les dije la razón por la que me retiraba", dijo. "Sólo dijo, muchas gracias por aceptarme pero he llegado a la conclusión de que tengo que cambiar de especialización. Tuve que decir una mentira para no delatarme. Tuve que escribir un correo electrónico oficial diciendo que renunciaba al programa de enfermería. Ese fue el correo electrónico más difícil de mi vida que mandé a Gustavus. Lo escribí y lo borré."
Ella sintió que ese momento era como una cachetada. "Ingresé al programa legítimamente", dijo. "Pensé que no importa lo que haga, siempre se presentará algún problema."
Julio Zelaya, un antiguo amigo de Márquez, que fue rey de la reunión de exalumnos en St. James cuando Márquez fue reina, asistió a Gustavus al mismo tiempo y es ciudadano norteamericano. "Conocer a Irma ha sido, no una lección en humildad, sino en realismo", dijo. "No es justo para alguien que ha trabajado tanto, aun más que yo. Prácticamente venimos de las mismas familias, la misma situación económica, la misma cultura y la misma raza. ¿Por qué yo?"
"Ella es la ciudadana ideal", dijo. "¿Alguien es norteamericano porque nació aquí o se debe al tiempo que vivió aquí lo que lo hace norteamericano?"
"No es que esté triste por ella", dijo Zelaya. "Es que si pienso mucho acerca del asunto, me frustro. Hay ese impulso de querer hacer algo, ¿pero qué? Me siento muy pequeño algunas veces."
Márquez cambió su especialidad a ciencias políticas y estudios de género, mujeres y sexualidad, con el objetivo final de ser abogada. "Pensé que necesitaba saber lo que pudiera sobre leyes", dijo, "porque eso es lo único que va a cambiar mi situación legal."
Escribió su tesis universitaria sobre el llamado movimiento de indocumentados, la tendencia de los jóvenes que declaran su situación legal con el fin de lograr cambios. Y empezó a hablar abiertamente sobre su estado legal en público. "Es importante declararse ante los demás", dijo Márquez. "Es un gran momento cuando uno se declara ante la gente que conoce. No se puede ignorar el problema de la inmigración cuando conoces a alguien que lo experimenta diariamente. Realmente marca una diferencia."
Keller del Immigrant Law Center reconoce a las personas como Márquez por hacer avanzar el programa de acción diferida. "Estos jóvenes merecen mucho crédito por hacer avanzar este asunto", dijo. "El activismo de los jóvenes empujó al presidente a hacer algo. Eso puede negarse."
DE REGRESO EN ST. JAMES
En mayo, Márquez y Zelaya se graduaron de Gustavus. Pero mientras que Zelaya, también graduado de ciencias políticas, trabaja como instructor de inglés como segundo idioma (ESL) en Andersen United Community School en Minneapolis, Márquez está de regreso en St. James. Después de trabajar como voluntaria en Minnesotans United for All Families para derrotar la enmienda de defensa del matrimonio en noviembre, ella regresó a la casa de su madre y, con su nueva situación legal, está presentándose a trabajos.
Preparar una hoja de vida ha sido difícil, ya que Márquez no tiene experiencia de trabajo ni como practicante. Ella sólo puede trabajar por dos años, por lo menos hasta ahora. Tampoco puede conducir a las entrevistas. "Estamos en una economía en la que no soy la única que no puede conseguir trabajo," dijo. "Por ello, no me quejo de no conseguir trabajo porque es difícil para todos los ciudadanos."
Sin embargo, dijo, "Esto es efectivamente una desventaja. Siento que va a ser difícil. Va a ser difícil competir."
Sue Harris y otras personas en St. James están tratando de ayudar. "Ella ha llegado lejos", dijo Harris. "Pero podría haber avanzado mucho más. Con sus conocimientos y habilidades ella podría ser una figura nacional. Su situación legal ha sido un impedimento. Pero eso va a cambiar. Ella va a despegar y logrará hacer cosas maravillosas."
La esperanza de Márquez, como siempre, es que la reforma de inmigración abrirá el camino hacia la ciudadanía. "Tengo esperanza y confianza de que sucederá", dijo. "Esto es positivo, pero de cierta manera todavía estoy en la misma posición."